Humanizando el cáncer desde la cruz

Colas y colas salen hasta la calle llegando hasta arriba. Personas con prisas, pacientes inquietos y malhumorados y seres, bueno, seres humanos que hasta llegan a malentender verte sentado con una paciente con cáncer de mama. Y tú, escuchándola y entendiéndola, pero ellos tienen prisa, impaciencia por ser atendidos, y ella tiene el tiempo que nosotros parece que no tenemos en la farmacia. Al otro lado, una torre de cubetas y posibles delegados en la agenda, pero ella solo quiere desahogarse. Y, ¿para cuándo la empatía en el cáncer?

Es una tarde lluviosa, asolada y tu compañera le toma la tensión, dice tenerla alta, pero vuelve la tarde siguiente del fin de semana y se la tomas tú. Empieza una conversación cercana, con un tono y una mirada cómplice, pasan los minutos con el silencio y te cuenta que su madre falleció hace meses, pero su padre tiene cáncer. Te cuenta que es la única cuidadora del paciente oncológico, pero no sospecha que todo cuidado tiene una consecuencia e, inconscientemente, un precio inimaginable. Ella no piensa en sí misma, sino en cuidar, y sospechamos que ese pico de tensión es debido a ello. ¿Cuándo vamos a comunicarnos hacia el cuidador del paciente oncológico?

Por días te preguntas el motivo por el que ya no vienen a la farmacia, por qué se fue a otro lugar, pero te das cuenta de que vino sin decirte que su esposa tenía un cáncer y que lo único que quería era una bolsa que estaba en la receta y no la teníamos. Vino en el turno de tarde y no hubo ninguna comunicación en el cambio de turno, no se buscó en otra farmacia, pero se le pidió, cambió el CN y la cooperativa no lo hizo saber. Tampoco tenía existencias. Qué culpa la del señor callado, con mirada perdida y con la única idea de buscar el motivo de no poder tener lo esencial de ese día para cuidar. ¿Nos humanizaremos algún día con la oncología?

La sociedad avanza a pasos agigantados. Cada cual, cada día con una opinión distinta. A veces parece que no queremos entrar en el terreno del especialista por respeto, no damos lo que no tenemos y necesitamos más formación, por momentos tenemos miedo de seguir después de que nos digan “tengo cáncer” y existe una cultura en la que, en algunos lugares, el cáncer es un tabú. Luego, existen casos que dan por hecho que por ir al baño y orinar o por estar recibiendo la quimioterapia puedes contagiar esta patología. ¿Cuándo nos formaremos en todo ello?

Ha existido un “burnout” sanitario, cierto, pero ¿alguien se ha puesto en la piel del cuidador? ¿Alguien realmente conoce las secuelas de años, de estar atento, de estar en alerta y de estar pensando 24/7 en esa persona?

La humanización es necesaria. No nos damos cuenta de que una tarde iremos al baño, veremos sangre y seremos nosotros mismos un paciente con un tumor; que, probablemente, la mitad de la población será cuidada o bien será cuidador de un paciente oncológico y que luego será tarde. Siempre te gustaría dispensar como te gustaría ser dispensado, pero tú no das lo que no tienes, y tienes que saber sobre el cáncer. Ella o él no tiene culpa de que hayas tenido un mal día o de que no te entiendan esa mañana. Ellos solo quieren una respuesta a una enorme duda y tú eres el eslabón principal de esa cadena sanitaria que debe y tiene que trabajar de forma multidisciplinar e interdisciplinar a favor del paciente. Sin darnos cuenta, algún día, algún hijo cruzará un paso de peatones, después de que sus amigos le dejaran de lado, su pareja le abandonara y no tuviera un céntimo para seguir luchando por su madre, ya que hasta su padre se lavó las manos, y te dirá: “Vi una cruz verde y quiero decirte que mi madre tiene cáncer, ¿me ayudas?” ¡Y ahí empezará nuestra humanización oncológica!

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